jueves, 10 de diciembre de 2015

EN "LOS 7 LOCOS", CONDUCIDO POR CRISTINA MUCCI

Hablamos con Cristina Mucci sobre mi libro "Mi patria es el escenario - Biografía a dos voces de Juan Carlos Gené".
Fue en el programa "Los 7 locos", que se emitió el sábado 28 de noviembre de 2015, pero lo subo a mi blog recién ahora, consecuencia de los días intensos que siguieron a las elecciones presidenciales del 25/11.
A veces el teatro cede protagonismo a la llamada realidad. Es que los lenguajes de la poesía en cualquiera de sus formas contienen, interpretan y traducen lo real para permitir que la a veces absurda apariencia del presente pueda ser comprendida en el porvenir. En estos días, la fábula del "Flautista de Hamelin" parece resignificarse en la Argentina donde millones marcharon libremente (¿libremente?) a su suicidio al votar en contra de sus propios intereses. Fueron inducidos no ya por el metafórico flautista sino por la prédica lobotomizante de la corporación mediática.
Hoy ya no tenemos con nosotros a Juan Carlos Gené para que nos esclarezca con la luz y el dramatismo de su pensamiento acerca de los acontecimientos actuales. Pero acaso nos sirva releer su reflexión que en el libro incluí en la página 160, donde proyecta posibles medidas de rescate para el país que se hundía en 2000/1 y evalúa los resultados de las gestiones de gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en el año 2011, cuando faltaba menos de un mes para que su arte y su sabiduría nos dejara definitivamente. Para quienes no quieran o no puedan leer esas párrafos del libro, los pego debajo del video.



De "Mi patria es el escenario" (pág. 160 y sigs.), textual de Juan Carlos Gené:

Febrero de 2002

Justicia social, independencia económica, soberanía política

Quizá, de las tres banderas tradicionales del peronismo, es hoy la soberanía la que parece un concepto anacrónico en un mundo cuyas porosidades destrozan fronteras geográficas, sistemas económicos y culturales, con la misma facilidad e idéntica impunidad.

            Sin embargo, creo hay un punto clave donde los países marginales podemos apoyar el concepto de soberanía con vigencia actual y es el relativo al fortalecimiento del Estado como expresión política de la Nación. Precisamente cuando los medios baten el parche del desprestigio del que llaman estado benefactor, adjudicándole un carácter demasiado parecido  al caritativo (como si la seguridad social, el pleno empleo, la salud, la educación, la vivienda y el retiro digno, hubiesen dejado de ser derechos universales para devenir limosnas sólo sustentables cuando algo sobra), creo debemos recuperar el concepto de estado responsable. Ya que no sólo los nombrados son derechos reconocidos como tales en más o menos todo el mundo, sino en nuestra Constitución.

            Sólo que los preceptos constitucionales se han reducido a palabras sin sentido, cuando simultáneamente con la operación de incorporar tales derechos a la ley supuestamente fundamental de l994, se procedía al desarme sistemático de todas las estructuras del Estado Nacional que, de alguna manera pudiesen significar un obstáculo al delirio privatizador que impuso la filosofía económica del Proceso, que dejó esa herencia obligatoria para los sucesores democráticos.

            Si en algo deberíamos y creo podríamos, recuperar soberanía, es en comenzar a reconstruir el Estado como expresión activa de esa soberanía.

            El momento parece oportuno, porque el país, al tocar el fondo de la catástrofe y comprobar que todo ha sido hecho para el desmantelamiento de Estado, economía, tejido social, organizaciones populares y personalidad cultural, despierta colectivamente de un sueño inducido, para descubrir que hemos sido despojados hasta niveles inconcebibles.

En mi opinión de simple ciudadano nada especializado  en cuestiones económicas y en tramas de poder, me parece que los basamentos del despojo son dos: destrucción de todo el aparato productivo propio y sostenimiento de un sistema de zona liberada para las aventuras del capital financiero, con la correspondiente estimulación de la única fuente posible de alimentación  de un régimen especulativo que sólo tiene la alternativa de endeudarse sin fin, para pagar sin fin una deuda sin fin posible. Y como llave maestra, la privatización de las empresas del Estado que, de la noche a la mañana, convirtieron mágicamente su  proverbial y pesadísimo déficit, en rentabilidades sorprendentes (cuando no fueron vaciadas  expresamente por sus adquirentes, como en el caso de Aerolíneas Argentinas –que, de paso sea dicho, no era deficitaria y fue el ejemplo de una privatización escandalosa con per saltum de la SCJ y todo, como podemos decir también de paso, que  tampoco Gas del Estado era deficitaria en el momento de su entrega...)                                         

            Por supuesto, dar marcha atrás en la privatización de los empresas del Estado, resultaría un objetivo de máxima de naturaleza quimérica, porque dependería de la fuerza de un Estado con el poder necesario para enfrentar los intereses enormes que están en juego. Pero como se trata de una de las piezas maestras del despojo, creo posibles correcciones urgentes de las condiciones en que esas empresas desarrollan su actividad, partiendo, con igual urgencia  de la construcción o reconstrucción de los entes de control estatal, sobre las instituciones privatizadas: cánones e impuestos que no se pagan,

inversiones obligadas por contrato que no se cumplen, servicios públicos cada vez más deficientes, quiebras y convocatorias de acreedores de empresas que, desmintiendo las mitologías sobre la eficiencia del capital privado, fracasan y reclaman el socorro del Estado o amenazan abandonar las concesiones junto con los servicios.

            Si bien en todas las empresas privatizadas y en mayor o menor medida, tales desórdenes están a la orden del día, es demasiado llamativo el caso de los ferrocarriles, ya sea urbanos o de larga distancia, que le cuestan al Estado, en subsidios, cantidades que superan en mucho el déficit que le significaban ser su propietario.

            Es inevitable asociar el tema al más general de la corrupción, pues no se trata en todo esto sino de corrupción, abuso, incumplimiento de deberes de funcionarios, cuando no de complicidades que en todos los casos, pueden y deben dar lugar a la acción pública.

            Se da así la paradoja de que los entes controladores tiene que ser controlados y la propuesta de que  las organizaciones de derechos humanos junto con el Colegio de Abogados, constituyan una Comisión Investigadora con apoyo internacional, parece aceptable, posible y recomendable.

            Naturalmente, existe un acceso al parecer indispensable a toda posible acción recuperadora del poder del Estado, y es la remoción de la actual Suprema Corte de Justicia y, en ese sentido, el juicio político es el único camino institucional posible para lograrlo.

            Multinacionales y bancos, que han sido los beneficiarios escandalosos del último decenio de aplicación rabiosa de las ortodoxia neoliberal globalizadora, deben terminar este monopolio de poder que nos ha destruido y que ha llegado a la última rapiña con la incautación de la totalidad del dinero argentino que antes ellos no lograron remitir al exterior. No puede haber ajustes de tarifas de servicios públicos en dólares, y menos orientadas por la inflación en USA y la presión popular debe insistir en el impuesto a la exportación petrolera, del que se comenzó exigiendo rigiese inmediatamente y del que cada día se habla menos.

            El Banco Central debe regular y controlar todas las operaciones de las entidades financieras que a esa autoridad deben quedar subordinadas Y como hablamos de entidades financieras, no podemos eludir el tema de las AFJP y de la necesidad del retorno al sistema estatal de reparto, así como de la reimplantación de los aportes patronales, que al ser eliminados para crear trabajo más flexiblemente, lograron, junto con un aumento desesperante de la desocupación, otro semejante del déficit del Estado.

            Dos reformas impositivas son indispensables: el impuesto único (modelo inglés) y coyuntural, a todas las empresas privatizadas y el impuesto a las inversiones financieras no productivas (que internacionalmente es conocido como Tasa Tobin). Y por supuesto y definitivamente, la reforma impositiva debe hacer recaer seriamente las mayores cargas sobre los que más tienen y terminar también y definitivamente con la gran evasión.

            La deuda pública, cuya ilegitimidad ha sido ya ventilada en toda clase de foros internacionales y publicaciones especializadas, fue además declarada fraudulenta en su mayor parte por un fallo judicial. Sin embargo, la opinión pública no parece tomar conciencia de que se trata de la estructura misma del robo a la Nación. La deuda ha sido ya  pagada varias veces y el cambio radical e inmediato de relación del Estado con los titulados acreedores forma parte de una estrategia obligada de nuestra política internacional. Como la negativa a entrar en el ALCA, y a toda respuesta de automática adhesión a la política internacional de USA.

Creemos posible sustituir el financiamiento externo de nuestras necesidades con el producto de la exportación orgánicamente estructurada y orientada por el Estado y con legislación impositiva, todo ello en un marco simultáneo y también urgente de sustitución y limitación de importaciones.

Creemos que tal política podría reactivar seriamente el mercado interno, crear fuentes de trabajo y equilibrar el inmenso déficit social que agobia a las capas más sumergidas de la población.

De la reforma política.

Todas las medidas que creemos posibles, lo son  si existe el Estado con el poder necesario para realizarlas. El quiebre presente entre el pueblo y los partidos y dirigentes por los que aquel ya no se siente representado, ha llevado la crisis a un punto muy grave. La movilización popular permanente no encuentra hasta ahora una expresión política organizada; el momento reviste la peligrosidad de las instancias aptas para las irrupciones de mesianismos de derecha o de izquierda. Mucho más cuando la centrales del poder siembran sobre Argentina alarmas que no se refieren al sufrimiento de un pueblo

saqueado, sino a los peligros del desorden, el caos y el populismo. Y tenemos ya la suficiente experiencia para adivinar detrás de tales diagnósticos advertencias sobre derivaciones graves de esta situación.

            El Gobierno ha convocado a elecciones, intenta achicar el costo de la política, reformar la constitución y, en fin, cambiar formas que no hacen al fondo de la cuestión.

            La movilización popular no debe detenerse, pero es ella quien debe intentar detener el régimen del clientelismo político, quien debe reclamar la revitalización de las economías regionales y la conformación de nuevas organizaciones políticas, pese al brevísimo período que nos separa ya de las elecciones (septiembre 2003). Pero si algo debe estar claro es que el bipartidismo (peronismo-radicalismo) ha dejado de existir y que, como se dice con exactitud, tenemos un sólo partido con dos alas derechas. Para el peronismo, como memoria y vivencia de lucha por la justicia social y la independencia económica y política del país, creemos debe quedar claro que, en todo sentido, ha vuelto a regir el diagnóstico de Jauretche: “A barajar y a dar de nuevo”.

Diciembre de 2011

Al releer este informe veo que una parte esencial de las políticas propuestas ha sido llevada a cabo por las presidencias sucesivas de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, incluso dando, en algunos aspectos, pasos más abarcadores de lo que el documento está señalando."

 

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