jueves, 15 de septiembre de 2016

Escribió Hugo Beccacece sobre "Mi patria es el escenario"

Conmovedor homenaje a Juan Carlos Gené

PARA LA NACION, Suplemento Ideas
Domingo 08 de noviembre de 2015
    
Fue un homenaje conmovedor y, a la vez, una conversación a varias voces que se convirtió casi en una obra teatral. El martes pasado, la presentación de Mi patria es el escenario (Corregidor), la biografía de Juan Carlos Gené, de la crítica y escritora Olga Cosentino, convocó a un público entusiasta y muy numeroso en una de las salas del Centro Kirchner. El moderador del acto fue Pablo Zunino, el autor, director y actor de El doctor Lacan. Hablaron Cosentino, Verónica Oddó, musa y compañera de Gené durante más de tres décadas, y Pepe Soriano, uno de los actores más queridos por aquél. Milagros Plaza Díaz leyó textos del autor evocado y María Millán, hija de Olga, se ocupó con su guitarra de la música de escena. Hernán Gené (también actor), hijo de Juan Carlos, envió un video desde Madrid en el que trazó un perfil muy agudo de éste. Nunca lo molestó, dijo, la fama de su padre, pero desde chico comprendió que, si quería estar cerca de él, la única manera de lograrlo era interesarse en el teatro.
Uno de los momentos más intensos de la reunión (y los hubo muchos) fue cuando Soriano pasó de contar una anécdota personal a interpretar, sin aviso, un pasaje de El inglés, la pieza de Gené estrenada por Pepe en 1974, que fue uno de los grandes éxitos de ambos. La transformación ante el público tuvo algo de prodigio.
Olga Cosentino contó que durante muchos años Gené y ella habían mantenido diálogos que excedían los de un artista y una crítica especializada. Se habían hecho muy amigos. Por eso, ella le propuso que tuvieran una serie de conversaciones que habrían de convertirse en el registro de una vida: "Yo sentía que todo lo que él me comentaba no debía perderse. Juan Carlos era un intelectual. Bastaba ver su biblioteca. Había obras de historia argentina y latinoamericana, de literatura, de filosofía. En los tres primeros capítulos de este libro, me ocupé de la niñez y la adolescencia de Gené, hablamos de su familia nada convencional. Tenía un bisabuelo catalán que, llegado a Buenos Aires, abrió un negocio de calzado en lo que es hoy la Plaza de Mayo. La zapatería se llamaba La Bota Verde y la enseña del local era ¡una bota roja!".
Todos los panelistas coincidieron en destacar el carácter religioso que el teatro tenía para Gené. En las charlas con Cosentino, él recordó varias veces que, de chico, había tenido una inclinación mística y el proyecto de tomar los hábitos. Los padres de Gené lo persuadieron de tomar un camino que contradecía otras facetas del muchacho. El teatro reemplazó a Dios.
Gené legó su archivo a Olga Cosentino. Sobre esa base y las grabaciones que habían hecho, ella escribió un notable documento. El epílogo no es de Olga, sino de Juan Carlos. Ese epílogo no estaba pensado para la biografía. Ella encontró el texto en el archivo de su amigo. Nada indicaba que él deseara hacerlo público, tampoco que lo impidiera. Pero si alguien escribe, razonó Olga, lo hace para otros. Por eso, resolvió concluir la biografía con esas páginas en las que Gené, durante una década, hizo un balance de su existencia. La primera entrada es del 3 de junio de 2000; la ultima, del 9 de noviembre de 2011, ochenta y tres días antes de su muerte. Para él, la verdadera realidad, según sus propias palabras, era el teatro. En esa última confesión, larga en el tiempo, concisa en la cantidad de palabras, Gené reflexiona sobre el deterioro, la muerte, el suicidio y la religión. Estaba en el último acto, el quinto de la tragedia clásica y debía enfrentar el problema teatral por excelencia: la salida del escenario, la patria donde había transcurrido su vida.
 

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